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La elección más importante que hacemos en nuestra vida es aquella que determina con qué personas nos rodeamos en nuestra cotidianidad. Queremos profundizar en este tema porque es crucial entender que si embarcamos en un camino de autoconocimiento y crecimiento personal, eventualmente chocaremos con algunas personas cercanas, ya sean amigos o familiares.


La vida que llevamos está hecha de comportamientos. Dado que somos seres sociales, tendemos a buscar la aprobación del grupo en el que vivimos, y lo hacemos al alinear nuestros comportamientos con los de las personas que nos rodean.

Según la teoría del aprendizaje social desarrollada por el psicólogo Albert Bandura, los niños aprenden en un entorno social imitando el comportamiento de los demás. En particular, Bandura llevó a cabo un famoso experimento conocido como "el experimento del muñeco Bobo" en 1961, donde demostró que los niños pueden aprender comportamientos agresivos por imitación. Otro psicólogo contemporáneo, Giacomo Rizzolatti, se centró en su investigación en las llamadas "neuronas espejo". El descubrimiento de las neuronas espejo ha tenido un impacto significativo en la comprensión de la cognición social y la empatía, ya que sugiere que la observación del comportamiento de los demás puede activar los mismos circuitos neurales involucrados en la ejecución de ese comportamiento.


Todo esto sugiere que debemos prestar extrema atención a las personas que nos rodean porque, sin darnos cuenta, tendemos a emular sus comportamientos. Además, y quizás aún más importante, tendemos a obtener los resultados que aquellos que nos rodean esperan de nosotros. En otras palabras, nos adaptamos a las expectativas de los demás. Si son nuestros admiradores, es más probable que tengamos éxito. Si secretamente nos sabotean, tendremos más dificultades para alcanzar nuestros sueños.


Comenzar a observar nuestros propios comportamientos, comunicarnos de manera más consciente, prestar atención a nuestras emociones y estar más presentes en nuestra vida significa que atraeremos automáticamente dos tipos de personas.

El primer tipo es aquel que comparte nuestros intereses y, por lo tanto, puede ser un compañero de viaje en este camino y una valiosa fuente de apoyo.

El segundo tipo es aquel que, por la ley de la compensación, quiere derribarnos. No soporta ver que nos dirigimos en otra dirección y no somos tan susceptibles a las emociones "negativas". Por lo tanto, hablará mal de nosotros, nos provocará, nos desafiará. Naturalmente, hará todo esto de manera inconsciente.


Es evidente que todos queremos rodearnos solo de personas del primer tipo y alejar al resto. Y en cierto sentido, cuando comenzamos a ver a los demás tal como son realmente, es incluso más fácil. Dejamos de justificar a las personas y nos alejamos de aquellas "tóxicas" que viven expresando constantemente emociones negativas.

El problema surge cuando el segundo tipo de personas está en nuestra familia, es decir, en el grupo de personas que inevitablemente frecuentamos más. ¿Qué hacer? ¿Cómo reaccionar?


En realidad, esta es la situación más interesante porque la vida nunca deja de ponernos a prueba. Los familiares son las personas que conocen mejor nuestros puntos débiles y, a veces, saben cómo aprovecharlos a su favor. Si realmente mi "inteligencia emocional" ha mejorado, sabré resistir incluso a las provocaciones de un familiar y podré ir más allá. Podré interactuar con él o ella sin cuestionar sus valores y creencias, pero tampoco comprometiendo los míos. Estableceré límites saludables que no pueden ser cruzados y los defenderé incluso de manera enérgica si es necesario. Sin embargo, respetaré la visión y las decisiones del familiar, incluso si van en contra de mis principios y entiendo que parten de un punto de vista "inmaduro". En resumen, podré tener una relación equilibrada, que a largo plazo es lo que más funciona. Al principio, puede parecer que estoy perdiendo la conexión con esa persona en particular, pero luego comprenderé que simplemente estoy viviendo la relación no como un niño, sino como un adulto. No intentaré salvarla ni exigir que cambie. La aceptaré simplemente por lo que es.


Y como dijimos al principio del artículo, nuestros comportamientos influyen en el entorno que nos rodea. Seremos un ejemplo positivo que aquellos que deseen, con su tiempo, seguirán.

Y cuando sucede, es una gran satisfacción. En última instancia, construir relaciones maduras y equilibradas es un proceso continuo, pero conduce a una vida más rica y satisfactoria a largo plazo.


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El estrés es una respuesta natural y fisiológica del cuerpo ante situaciones desafiantes. Aunque a menudo asociamos el estrés con emociones negativas, como la ansiedad o la angustia, también puede ser positivo, ya que nos impulsa a adaptarnos y enfrentar los cambios en nuestra vida.



El mecanismo del estrés



El estrés se desencadena por la interacción entre el sistema nervioso simpático y el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (HPA, por sus siglas en inglés). Cuando nos enfrentamos a una situación estresante, estos sistemas se activan y se producen cambios tanto eléctricos como químicos en nuestro cuerpo.



Estos cambios se manifiestan de diferentes formas, como un aumento del ritmo cardíaco, sudoración en las palmas de las manos, dificultad para respirar y problemas digestivos. Además, el estrés provoca cambios metabólicos que movilizan las reservas de glucosa en nuestro cuerpo, preparándonos para una posible acción física (luchar o huir).



Diferentes respuestas al estrés



Cada persona experimenta y manifiesta el estrés de manera diferente. Mientras que algunos síntomas comunes incluyen fatiga muscular, dolores de cabeza, problemas digestivos, insomnio, dificultad para concentrarse, preocupación e incluso depresión, los factores desencadenantes del estrés varían de una persona a otra.



Es importante recordar que el estrés puede ser tanto positivo como negativo. El "eustrés" se refiere a aquel estrés que nos motiva y nos impulsa a adaptarnos y superar desafíos. Por otro lado, el "distrés" es el estrés negativo que puede afectar nuestra salud y bienestar general.



Los hormonas del estrés



El cortisol y la adrenalina son las principales hormonas del estrés. Estas hormonas son efectivas para movilizarnos y enfrentar situaciones estresantes a corto plazo, e incluso pueden mejorar nuestra capacidad de aprendizaje. Sin embargo, cuando el estrés es crónico y de alta intensidad, estas hormonas pueden tener efectos perjudiciales en nuestro cuerpo, estado de ánimo y salud cerebral.



El cortisol, en particular, ha sido asociado con la disminución del tamaño del hipocampo y problemas de memoria a largo plazo. Además, niveles elevados de cortisol a lo largo del tiempo se han relacionado con problemas de memoria y, en algunos casos, demencia.



Técnicas para reducir el estrés de manera efectiva



Si estás buscando formas de reducir el estrés en tu vida, aquí te presentamos tres técnicas poderosas:



Conoce cómo se manifiesta el estrés en tu cuerpo



Muchas veces, estamos tan acostumbrados a los efectos del estrés crónico que no logramos reconocer los síntomas relacionados con el estrés. El estrés puede manifestarse de diversas formas, como problemas de salud física (dolores de cabeza, problemas digestivos, tensión muscular), síntomas cognitivos (dificultad para concentrarse o recordar información), cambios de humor (sentimientos de impotencia, ansiedad, depresión y preocupación) y cambios en el comportamiento (aumento del consumo de alimentos o alcohol, cambios en el patrón de sueño, uso de sustancias químicas).



Es importante aprender a identificar cómo se manifiesta el estrés en tu cuerpo para poder abordarlo de manera efectiva. Toma nota de los tres síntomas que experimentas cuando estás estresado, de esta manera podrás reconocerlos más fácilmente en el futuro. A medida que aprendas cómo tu cuerpo expresa el estrés, tendrás más éxito en reducirlo con el tiempo.



Identifica los desencadenantes del estrés



El estrés suele ocurrir cuando nuestro cuerpo se moviliza para responder a una situación, persona, evento o cambio que percibimos como un desafío. Sin embargo, cada persona tiene diferentes desencadenantes de estrés. Mientras que hablar en público puede ser emocionante para algunas personas, para otras puede generar pánico. Identificar los desencadenantes del estrés te ayudará a minimizarlos.



Si no estás seguro de cuáles son tus desencadenantes de estrés, presta atención a tus síntomas físicos (mencionados anteriormente) y observa en qué situaciones tienden a manifestarse. Toma nota de dos situaciones en las que experimentas estrés y reflexiona sobre qué aspectos específicos de esas situaciones te afectan más.



La técnica del "Sí. No. Sí?"



Las técnicas de reducción del estrés son más efectivas cuando se adaptan a cada persona. Además de las técnicas comunes, como la meditación, el ejercicio físico, la escritura de un diario y el compromiso con actividades placenteras, el poder de un "no" positivo puede ser especialmente efectivo, especialmente cuando el estrés proviene de tareas que comprometen la calidad de vida.



Una técnica interesante que podemos aplicar es la del "Sí. No. Sí?". Este proceso comienza identificando aquello a lo que deseas decir "sí". Puede ser algo significativo para ti a nivel personal, como pasar más tiempo en familia o encontrar tiempo libre para cuidar de tu cuerpo. Luego, viene el "no" a situaciones que comprometen directamente ese "sí". Finalmente, propones una alternativa que beneficie a ambas partes.



Por ejemplo, si deseas decir "sí" a tener más tiempo para hacer ejercicio tres veces a la semana, es posible que debas decir "no" a la solicitud de ser representante de clase en ambas clases de tus hijos. Sin embargo, tu propuesta de "sí?" podría ser sugerir el nombre de otra persona que te reemplace en una de las clases, permitiéndote seguir siendo representante en una sola clase. Proteger tu tiempo y tus intereses mientras mantienes buenas relaciones es una estrategia ganadora que siempre dará sus frutos.



En la próxima semana, evalúa si alguna de las dos situaciones estresantes que identificaste anteriormente pueden beneficiarse de esta técnica.



Conclusión



Reducir el estrés no solo mejora la memoria y la salud cerebral, sino también el estado de ánimo, las relaciones y la calidad de vida en general. Junto con el ejercicio físico y una alimentación adecuada, la reducción del estrés es una herramienta poderosa para cuidar la salud de nuestro cerebro.



Recuerda que cada persona experimenta el estrés de manera diferente, por lo que es importante encontrar las técnicas que mejor se adapten a ti. Conoce cómo se manifiesta el estrés en tu cuerpo, identifica los desencadenantes del estrés y utiliza técnicas personalizadas, como la del "Sí. No. Sí?", para reducir el estrés de manera efectiva y mejorar tu bienestar general.


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Uno de los mantras que más se repiten en los cursos y manuales de crecimiento personal es que no debemos juzgar. El problema es que nuestro cerebro ha sido creado para juzgar. En primer lugar, por una cuestión de supervivencia y evolución, la capacidad de evaluar rápidamente las situaciones y tomar decisiones ha sido esencial para la supervivencia de la especie humana. Por ejemplo, la evaluación rápida de una situación como peligrosa o segura contribuyó a la supervivencia de nuestros antepasados. En segundo lugar, como ha demostrado la física cuántica, no existe una realidad objetiva allá afuera que sea igual para todos, sino más bien tantas realidades individuales como seres humanos. Según la PNL, por ejemplo, el cerebro humano no registra pasivamente la realidad, sino que construye activamente la percepción sobre la base de la información sensorial disponible y de las experiencias pasadas. Este proceso de construcción puede llevar a juicios influenciados por filtros cognitivos, emociones y patrones mentales.

Como si esto no fuera suficiente, el juicio de la realidad a menudo está influenciado por las interacciones sociales. Los seres humanos somos criaturas sociales, y la evaluación de los demás y de las situaciones sociales es fundamental para nuestra vida social. Esto puede llevar a juicios basados en normas culturales, valores personales y expectativas sociales. Además, todos somos víctimas, conscientes o no, de los sesgos cognitivos, que son distorsiones sistemáticas en la percepción o interpretación de la información (por ejemplo, según el sesgo de confirmación, interpretamos, recordamos o buscamos información de manera selectiva, para confirmar nuestras creencias o expectativas preexistentes).

Entonces, la próxima vez que alguien te pida que NO JUZGUES, haz que lea el inicio de este artículo, y quizás comprenderá que su solicitud es JUZGADORA, ya que se basa en su percepción parcial de la realidad y no en datos objetivos respaldados por la realidad.


Dicho esto: ¿qué hacemos, cerramos todos los cursos de crecimiento personal? No, por supuesto, no es necesario. Existe una solución para todo, y este problema aparentemente complicado no es una excepción. Quienes realmente emprenden un camino de crecimiento y evolución aprenden que las personas juzgan porque no pueden evitar hacerlo.

Dicho de otra manera, cada juicio oculta una intención positiva, en el sentido de que ese juicio es útil para preservar la visión de la realidad de la persona que lo genera. De alguna manera, le permite mantener su equilibrio y permanecer en su zona de confort, que es la base de su supervivencia. El juicio, por lo tanto, no debe ser menospreciado, sino comprendido.

Cuando te encuentres con una persona que juzga, pregúntate:

  • ¿Por qué lo está haciendo?

  • ¿Qué sucedería si no lo hiciera?

  • ¿Cómo puedo responder a esta intención positiva en lugar de a su juicio?


Una persona que trabaja en sí misma hace exactamente esto y, al hacerlo, descubre que la facultad de juzgar puede ser entrenada para convertirse en algo más: el discernimiento. ¿Cuál es la diferencia? El juicio siempre implica una evaluación personal que siempre está condicionada por cuestiones morales, sociales o personales. El discernimiento está orientado a comprender las situaciones y se esfuerza por ver las sutilezas y comprender las complejidades sin necesariamente emitir juicios morales.

¿Cómo saber si estás juzgando o estás practicando la noble arte del discernimiento? Es muy simple, siempre juzgas porque percibes una molestia con respecto a la realidad que estás observando. Cuando te esfuerzas por discernir, hay un estado de observación desapegado, que se limita a informar los hechos tal como los estás percibiendo.


Hagamos un ejemplo práctico:

Escenario:

Imagina que conoces a una persona nueva en el trabajo. Esta persona tiene un estilo de vestir y un lenguaje corporal que podrían considerarse no conformes a los estándares tradicionales de la oficina.

Juicio:

Si estás juzgando, podrías pensar: "Esta persona viste de manera extraña, no se adapta a nuestro entorno de trabajo. Debe ser poco profesional y tal vez no tenga la actitud adecuada para este trabajo."

Discernimiento:

Si estás discerniendo, podrías pensar: "Esta persona tiene un estilo de vestir y un lenguaje corporal únicos que podrían diferir de los demás en la oficina. Es importante no sacar conclusiones apresuradas basadas solo en la apariencia. Podría ser interesante entender mejor su perspectiva y competencia profesional antes de hacer evaluaciones."

En el primer caso, el juicio podría llevar a una evaluación negativa basada en criterios personales o sociales, mientras que en el segundo caso, el discernimiento sugiere una predisposición a entender mejor a la persona antes de emitir juicios definitivos. El discernimiento busca comprender la situación de manera más objetiva y abierta, sin necesariamente condenar basándose solo en aspectos superficiales.


Si te das cuenta de que no puedes dejar de juzgar y te gustaría cambiar tu situación, asistir a un curso de crecimiento personal dirigido por profesionales preparados puede ser la mejor solución, ya que serás guiado gradualmente en un viaje de conciencia sobre tus límites y tus potencialidades. Descubrirás así qué juzgas y cómo puedes aprender a ir más allá para tener una vida más satisfactoria.


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